jueves, 25 de octubre de 2012

Las ciudades como reflejo de lo que ocurre dentro de nuestras mentes



Decía Hannah Arendt, teórica política contemporánea, que las ciudades en las que vivimos no son más que una extensión de lo que ocurre en todos y cada uno de nuestros foros internos, o dicho de otra manera, cada uno de nosotros está gobernado por una pequeña ciudad que puebla nuestra mente, donde al igual que en nuestras ciudades existe un poder ejecutivo, un poder legislativo y un poder judicial. Del mismo modo que en las ciudades que nosotros habitamos, debe existir un equilibrio entre estos tres poderes, ya que si no es así, nos volvemos seres tiránicos: si la ejecución de nuestras acciones no está avalada por una legislación apropiada, sease una moralidad y ética correctas, o no somos capaces de juzgar correctamente dichas acciones, nos volvemos seres que no piensan, sino seres que simplemente actúan sin pensar en las consecuencias de sus actos. Para ella, cuando esto sucede, perdemos nuestra condición de ciudadanos ya que somos incapaces de coordinar nuestros pensamientos con nuestras actuaciones.

Me gustaría hablar y analizar brevemente la ciudad en la que vivo, Collado Villalba. No podemos decir precisamente que se trate de una ciudad bonita, de estética cuidada; no se trata de una ciudad donde al pasear por sus calles sientas la necesidad de pararte a observar lo que hay a tu alrededor, o de mirar las fachadas de los edificios, de pasear por sus parques...No es una ciudad agradable de ver estéticamente, no nos engañemos. Y de esto todos somos un poco culpables, nuestros representantes políticos los primeros, los de ahora y los de antes. 

Si seguimos el razonamiento de nuestra teórica política, ¿Os imagináis lo estropeadas que deben de estar nuestras ciudades internas como para que reflejen una ciudad como Collado Villalba? No estoy queriendo decir que sea una ciudad inhabitable, ni mucho menos, pero sí que todos hemos perdido la pasión (si alguna vez llegamos a tenerla) de sentir nuestra ciudad como propia, de identificarnos con ella. La hemos convertido en un lugar de paso, en una ciudad de servicios desalmada y sin vida propia, en una ciudad donde venimos a dormir, nos acercamos en coche a hacer nuestras compras a los centros comerciales de las afueras sin tener que pisar para nada el centro, simple y llanamente porque no hay nada en el centro.

Si nos convencemos de lo que Hannah Arendt nos propone (la ciudad como reflejo y extensión de nosotros mismos), deberíamos de plantearnos muy seriamente si realmente ésta es la ciudad que queremos vivir y sentir; si ésta es nuestra ciudad; o si nosotros podemos hacer algo por cambiarla y por cambiarnos.

Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político” Hannah Arendt.

domingo, 7 de octubre de 2012

El aprendizaje

El otro día en clase, compartimos en grupos unas reflexiones al respecto de cómo se imparten las asignaturas, qué cambiar o qué hacer para mejorar el aprendizaje, realizando una crítica a la labor y papel del profesor, así como una de autocrítica hacia nuestro papel como estudiantes.

La verdad es que el trabajo en grupos fue interesante, y se podía observar como todos los estudiantes, con pequeñas diferencias o énfasis en distintos puntos, compartíamos una visión global de lo bueno y de lo malo, de lo que debe mantenerse y cambiarse tanto por parte del estudiante como del profesor (mentiría si no dijera que la figura del profesor era la que de más cambios requería en nuestros análisis) dentro del aula de tal manera que el aprendizaje sea más eficiente y profundo.

Parece ser que de un tiempo a atrás, tanto el profesorado como el alumnado han asumido un papel muy pobre de su rol: el uno habla y el otro toma nota. Cuando acaba el tiempo de clase la relación con la asignatura se rompe; no existe más vínculo con la materia que el que se pueda generar dentro de las cuatro paredes del aula. Solo ahora, y por obligación, los alumnos deben trabajar las asignaturas en casa, convirtiendo el aprendizaje muchas veces en un auténtico suplicio.

No quiero dar a entender con esto que comparta una visión casi hedonista de la educación, donde no se requiera de esfuerzo, ni mucho menos. El esfuerzo personal es parte esencial del aprendizaje. Pero en el proceso de aprendizaje influyen muchos factores que son determinantes del nivel de esfuerzo y compromiso que adquiramos con lo que estamos aprendiendo.

De entrada, cada estudiante es único y tiene unas preferencias, gustos, etc, por lo que no se puede esperar que un alumno sea doctor en todo. Tengo una cierta sensación de que existe la extendida tendencia entre el profesorado de creer que su materia es siempre la más importante de la carrera. Craso error. Pero vayamos por partes mejor. Qué se puede mejorar en:

El Profesor

Desde el punto de vista del alumno, es probablemente donde más fallos encontramos. Las cosas como son, hay profesores que te llegan con sus asignaturas, pero de los 300 créditos de la carrera son una clara minoría. La mayoría de asignaturas las vemos como puro trámite, unas veces porque no nos interesa el contenido en absoluto, otras veces porque el profesor se encarga de matar la asignatura. 

En el primero de los casos, el esfuerzo suele ser el justo y desalmado, desapasionado, sabes que en Junio tienes un examen a superar y te preparas para ello. El día del examen vuelcas lo estudiado y, tras él, haces un formateo en toda regla. A otra cosa, mariposa.

El segundo de los casos si que me parece realmente el preocupante: asignaturas cuyo contenido te interesa, pero que llegan a convertirse en un auténtico infierno. No hay cosa más horrible que identificarte con una asignatura y ver que el encargado/a de impartirla la destroza literalmente: ¡defraudarte tras haberte generado expectativas es horroroso!

Cualidades a destacar por parte del profesor son: (1) que sienta la materia que imparte, que le guste realmente lo que hace, que haya pasión; (2) que tenga buena oratoria y capacidad de transmitir, llegar y conmover al receptor; (3) que el profesor escuche a sus estudiantes y tenga en cuenta lo que le transmiten; (4) que fomente la interactividad en sus clases, que éstas sean bidireccionales. Es decir, que exista comunicación fluida entre profesor y alumnos; (5) que fomente la participación y que no use todo el tiempo de la clase para hablar él (hasta ahora solo me he encontrado con un profesor que fuera capaz de mantener mi atención todo el tiempo de clase si lo gastaba hablando él nada más); y (6) que motive a sus alumnos. Éste último factor servirá para enganchar con la otra parte del análisis.

El alumno

Para el aprendizaje, la motivación es probablemente el factor más influyente: sino existe motivación, el aprendizaje es pobre y se convierte en mercancía que se compra, se adquiere por un tiempo y luego se olvida. El aprendizaje es mucho más que ésto (de hecho, el último caso no lo considero aprendizaje). Lo aprendido es algo duradero que incluimos y hacemos encajar dentro de nuestro "paradigma" personal; y si no existe motivación, es harto complicado que el conocimiento lo aprendamos.

Creo que los alumnos están cada vez menos motivados a la hora de estudiar. Poco a poco se ha ido instalando la mala mentalidad de Universidad "mercantilizada", donde el interés por el conocimiento se ha perdido completamente, primando el interés de adquirir un título que te faculte para desarrollar un trabajo cualificado.

¿Es ésta situación reversible? Por supuesto, pero requiere de una reforma profunda de las bases en las que se sustenta la Universidad pública española de hoy en día, y que sin lugar a dudas requerirá de tiempo, esfuerzo de inversión económico por parte de las autoridades públicas y voluntad por parte tanto del profesorado como del alumnado. Se trata de una Universidad muy rígida, con una capacidad nula de flexibilidad y adaptación a los cambios que se producen en el mundo.

Como ejemplo, pongamos el "encaje" (por llamarlo de alguna manera) que ha tenido Bolonia: un encaje a lo bestia, donde no se han invertido todos los recursos que el modelo de educación de Bolonia proponía. El modelo educativo sobre el papel es a mi forma de entender excelente: clases de tamaño reducido para que el profesor pueda hacer un seguimiento personalizado de cada alumno, una evaluación continua que evite el sorteo de un exámen a final de año que sirva para juzgar todo el trabajo de un curso...sin embargo, si acudimos a la realidad, vemos que esto no ha sido así: los profesores siguen siendo exactamente los mismos, y hacer que una persona que lleva 30 años impartiendo clases magistrales comience "por arte de magia" a impartir clases con una evaluación continua donde el alumnado tiene un papel mucho más importante que en una clase magistral...es imposible; la falta de inversión hace que las clases tengan un tamaño de entre 50 y 90 alumnos, lo que hace imposible implantar la evaluación continua por la carga de trabajo que eso implicaría para el profesor.

Para intentar cerrar este círculo tan grande, solo añadiré que a veces las cosas pueden comenzar a cambiarse empezando por nosotros mismos, adoptando la mejor actitud positiva posible, aún a pesar de lo difícil que a veces resulte.