Antes que nada, me gustaría pedir
perdón por lo que pueda escribir a continuación. Sí, me gustaría pedir perdón,
ya que parece ser algo que se ha puesto muy de moda entre la clase política
española…y al fin y al cabo, como pedir perdón parece que lo soluciona todo,
enmienda los errores cometidos, no crea obligaciones y no genera mayores
responsabilidades ni tiene más recorrido pues…vaya por delante. Y es que, como
en casi todo, los políticos españoles llegan con retraso a los hábitos
democráticos. Llegan con retraso y encima llegan mal.
Hace ya bastante tiempo que
muchos estábamos hartos de ver cómo aquí nadie parecía responsabilizarse de sus
actos, pero como las cosas nos iban bien tampoco íbamos a hacer leña del árbol
caído, mirábamos a otro lado y a otra cosa, mariposa. Era tal la falta de
calidad democrática en la moralidad de nuestros políticos que llegábamos a
aceptar unas simples disculpas. No pedíamos que se devolviera lo “extraviado”,
ni siquiera la dimisión del cargo público que se ocupaba. Llegamos a
conformarnos con oírles reconocer que se habían equivocado. Pero esas disculpas
nunca llegaban.
Luego las cosas empezaron a
ponerse feas, tiempo de “vacas flacas” nos decían. Los escándalos de corrupción
empezaron a aparecer por toda la geografía española (no es que antes no
existieran, sino que no se les daba la relevancia social que ahora tienen, un
pellizquito por allí y otro por allá no importaban siempre y cuando yo tuviera
mi sanidad, mi educación y, sobretodo, mi trabajo) y la ciudadanía pareció
despertar lentamente de su letargo de la España “que iba bien”. Primero las
elecciones británicas (el partido laborista perdió), y luego las elecciones
portuguesas y griegas (PS y PASOK perdieron el gobierno igualmente) fueron
marcando el camino, y ya se sabe que cuando veas las barbas de tu vecino pelar…
Sin embargo, seguimos adelante:
Elecciones Municipales de Mayo 2011, batacazo espectacular de los regidores
allá donde gobernaban, muy especialmente del PSOE. En este momento, todos
empezamos a ver que las cosas parecían cambiar para no volver a ser como antes.
La evolución se confirmó con las generales de Noviembre del mismo año. Con una
España azul a todos los niveles, los casos de corrupción empezaron a salir a la
luz en todas partes, la confianza en los políticos estaba hundida desde inicios
de la crisis y estos escándalos no ayudaban en absoluto. La primera vez que
recuerdo oír disculpas en un escándalo sonado no vino por parte de un político,
sino del Rey: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Qué
majo, qué campechano dijimos; no se nos pasó por la mente en ningún momento la
abdicación (lo equivalente a la dimisión para los cargos democráticamente
elegidos).
A partir de ese momento, las
peticiones de disculpas empezaron a llegar de todos los lados y se empezó a
convertir en común oír cosas como “Hemos cometido errores, los reconocemos”
(¿Cuáles errores?), “Siento lo sucedido” (¿Porqué no te responsabilizas de tus
actos entonces?), “No deberíamos haberlo hecho” (Pero lo hicisteis, haberlo
pensado antes), los sentidos y reconocer que se habían equivocado, empezaron a
convertirse ciertamente en habituales. Pero para entonces la gente ya no se
conformaba con oír unas disculpas. Los ciudadanos empezaban a poner el listón
no en la palabra, sino en los hechos: ya no vale con la disculpa, ya solo vale
asumir responsabilidades.
Lo que los políticos españoles no
parecen acabar de darse cuenta es que la gente no sólo juzga si sus
comportamientos son legales o ilegales, sino si son morales o inmorales. Puede
que tus actos no estén penados por la Ley, pero sí por lo que todos entendemos
moralmente como bueno o malo. Y en ese caso, lo justo es que si tus actos no
representan moralmente a la sociedad, no puedas representar públicamente a la misma.
Pedir perdón se ha convertido en una costumbre, que además no va acompañada de
la asunción de responsabilidades. Pedir perdón ha perdido el valor que antes
tenía, ya que ahora no son más que vagas palabras fáciles de llevárselas el
viento. Y es que, como bien dice un compañero de partido, los “políticos de
sangre azul” (Por aquello de que, como nuestro monarca, piden perdón pero ni
abdican ni dimiten) están de moda en España.
Publicado originalmente en el periódico digital A pie de Calle.